Veinte años de una Reina
Queridos hermanos cofrades en el corazón del Señor.
Esta semana vamos a celebrar el Triduo en Acción de Gracias por el aniversario de la Coronación Canónica de nuestra Titular, la Virgen de la Soledad. Veinte años hace que nuestra querida y bendita imagen fue Coronada por el entonces Obispo Complutense, don Jesús Catalá, concretamente el 30 de septiembre del 2000.
Era el umbral del nuevo milenio; celebrábamos por entonces el bimilenario del misterio de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, en el que María, su madre, ocupaba un papel central por su SÍ a Dios a través del Arcángel San Gabriel. María, con su SÍ, con su FIAT, con su HÁGASE, hizo posible que el hijo del Padre tomase un cuerpo humano como el nuestro, exactamente igual a nosotros en todo menos en el pecado. Gracias a este grandioso y milagroso acontecimiento, el rostro de Dios se hizo visible en Jesús, un rostro para poder ser contemplado como lo hizo la Virgen, que desde su nacimiento hasta la cruz nunca dejó de contemplarlo, y así nos anima ella a hacerlo.
La Coronación canónica no añade nada a la Virgen, ya que ella ha sido Coronada por Dios Trinidad como Reina y Señora de todo lo creado. Ella es la Reina del Cielo, pero esa Coronación Canónica a nosotros sí nos ayuda, pues demuestra nuestro más sincero amor y dedicación a la Santísima Virgen. Es una forma más de demostrar nuestro cariño y atenciones con aquella que es Madre de Dios y Madre nuestra; es una manera de honrarla y venerarla, como nuestra Señora y Reina de nuestros corazones.
Así como nos deshacemos en atenciones en arreglarla, por parte de nuestras camaristas, y ponerla guapa, o de nuestra cuadrilla de costaleros, por llevarla de forma digna y elegante, así como nuestras visitas que le hacemos en nuestra querida parroquia, y la dirigimos toda clase de peticiones por nuestras necesidades, también la coronamos porque la reconocemos como Reina.
Ella quiere reinar en nuestros corazones y nosotros debemos hacernos súbditos de tal Reina; queremos ser los esclavos de la esclava del Señor, los siervos de la sierva, los hijos amados de la más bendita de entre todas las mujeres.
¡Viva la Reina de Nuestra Señora de la Soledad!
¡Viva la Reina de Alcalá!
Don Carlos Clemente