Hasta siempre don Manuel

Hasta siempre don Manuel. No te decimos adiós pues eso sería como decir que te has ido para no volver y no queremos que eso sea así; nos resistimos a pensar que ya no te veremos, y estamos seguros que cada vez que pasemos por la iglesia del Hospitalillo tú estarás allí, en tu confesionario, o te habrás acercado a confesar a nuestras queridas Carmelitas, o estarás habiendo alguna de esas cosas que no deberías y que te han supuesto en los últimos tiempos algún disgusto.

Hablar de don Manuel con más profundidad ya lo hará otro con más autoridad y conocimiento, pero todos sabemos que estamos hablando de uno de los sacerdotes más representativos de nuestra querida ciudad, de la que era hijo.

Inauguración de la casa de Hermandad, Mayo de 2003

Durante décadas estuvo dedicado a Alcalá de Henares y a sus paisanos, especialmente los más jóvenes, por lo que todos conocemos a alguien a quien le dio catequesis, bautizó o dio la comunión; los que estuvieron con él en los Santos Niños que llevó durante muchos años, la Legión de María. Sí, siempre con los más jóvenes, trabajando con ellos para que su vida fuera mejor, la presente y futura, para que andaran por el camino de fe, el camino del amor a sus semejantes. Incluso les facilitaba espacios de ocio entre las que destacaba la proyección de películas en un tiempo donde no existía todo lo que hoy conocemos, y lo que había no estaba al acceso de casi nadie. Y esas enseñanzas, ese tiempo dedicado a ellos no lo olvidan, es parte esencial de sus vidas presentes, que se refleja en su continuo agradecimiento y en tenerle presente en muchas y gratas conversaciones, especialmente las que hablan de la infancia, la época de nuestra vida que marca mucho nuestro andar posterior por ella. ¿Cuántas veces no lo habremos escuchado? Y siempre con infinito cariño.

Por eso no te has ido don Manuel. Por eso, cuando discreto como tú eras te has querido ir esta madrugada, no nos has dejado, por eso siempre estarás presente en tu ciudad y en nuestras vidas.

Y en nuestra Hermandad, querido padre. En esta Hermandad que es totalmente tuya, de la que fuiste capellán durante muchos años y te ganaste el serlo con carácter perpetuo. Aquí en esta vida, y en esa otra que vivirás al lado del Creador y que durante cada instante de esta te ganaste, desde donde siempre velarás por tus hijos, por esos hijos tuyos que, como tú les enseñaste, se acercaron al calor de la Madre, que buscaron la serenidad de nuestro Señor. Esa imagen que con tanto cariño pintaste en aquella pizarra de la Casa de Hermandad y que tristemente lo hiciste con tiza y el tiempo se llevó. Y si de pintura hablamos, tu huella quedará eterna en el Altar Mayor de la parroquia de Santa María cuando eras su párroco y donde hoy viven esas Sagradas Imágenes que venerabas, y que desgraciadamente ya no están todas las que hicietes.

Cada año, al pasar por la puerta de la última morada donde ejercías tu ministerio, esos pasos a los que con tanto cariño mirabas y rezabas, pararán y te esperarán. Y si no sales, tus capataces y costaleros llevarán a ese Cristo sereno e inerte y a tu querida Madre a ese cielo desde donde nos estarás mirando, y lo harán recordando tu nombre, poniéndose en tus manos, pidiendo que no nos dejes, que intercedas por cada uno de nosotros y recordándote siempre con gran cariño.

Don Manuel, has sido y has hecho muchas cosas en tu vida, y todas por los demás, pero por lo que más te recordarán es por tu generosidad, por tu humildad, por haber sido una muy buena persona, por tu disponibilidad para todos, por esa sonrisa con la que nos recibías, por cada una de tus palabras, por cada uno de tus actos. Ahora, cuando se vuelva a hablar de esas pasadas historias en las que tú eras un protagonista especial, las recordaré con una mezcla de la alegría de siempre y un poco de la nostalgia nueva, pero seguro que con el mismo amor a una persona excepcionar.

Padre, hoy he leído en alguna reseña en tu honor que decía “a tantos has ayudado a llegar al Cielo…, ¡Qué Dios te abrace, Padre!”, y es cierto, nos has ayudado a muchos y ya te merecías viajar a estar con el Padre; ya te has ganado la eternidad, pero no te olvides de nosotros.

¡HASTA SIEMPRE DON MANUEL! ¡HASTA SIEMPRE CAPELLÁN!