Procesión: ¿Qué son? ¿De dónde proceden? ¿Cuál es su origen?

Una procesión es un sacramental, es decir, un signo o acción sagrada con la que el cristiano o persona que participa gana una bendición. No son los únicos sacramentales, otros ejemplos serían: la imposición de la Ceniza al iniciar la Cuaresma, el lavatorio de pies el Jueves Santo durante los oficios, el uso del agua bendita para santificarnos o la bendición de las palmas el Domingo de Ramos.

Cualquier procesión es un medio para evangelizar por las calles. Es un gesto a través del cual el pueblo cristiano, mediante su fervor hacia una talla, da un testimonio público de su fe. Sin embargo, es en la procesión del Corphus Cristi donde verdaderamente se consigue esa bendición antes mencionada. Es la procesión por excelencia, el Señor Sacramentado adorado por las calles.

Toda procesión, peregrinación o devoción se engloba en lo que la Iglesia conoce como “piedad popular” la cual nos permite llegar a Cristo y ganarnos el cielo por medio de obras. Los dos últimos Papas han defendido mucho la importancia de la piedad popular. Os dejamos aquí dos textos para que podáis reflexionarlos:

“La piedad popular es uno de nuestros puntos fuertes, porque se trata de oraciones muy arraigadas en el corazón de las personas. Incluso personas que están algo alejadas de la vida de la Iglesia y que no tienen una gran compresión de la fe, se conmueven interiormente con estas oraciones. Solo hay que iluminar estos gestos, purificar esta tradición, para que se convierta en vida actual de la Iglesia” Benedicto XVI (22.02.007).

“El ser humano es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece. Da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. Puede decirse que el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo. Aquí toma la importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal. En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo.

Pienso en la fe firme de esas madres al pie del lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor entrañable al Cristo crucificado. Quien ama al santo Padre fiel de Dios no puede ver estas acciones solo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones. (cf. Rm 5,5)

En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización”.

Francisco, Esortazione Apostolica Evangelii Gaudium (2 noviembre 2013).

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