Otra Semana Santa

Este fin de semana hubiéramos escuchado y disfrutado de nuestro pregón a cargo de don Carlos Clemente, capellán de nuestra Hermandad, y lo hubiéramos hecho con la mirada un tanto perdida y alejada unos días más allá, solo unos días.

Este fin de semana daría paso al fin de nuestra preparación espiritual de la cuaresma para empezar lo que para nosotros es la semana más grande, pero antes tendríamos nuestro momento más especial con el comienzo del Solemne Quinario en honor de nuestros Sagrados Titulares, y lo haríamos con los pasos montados, con nuestro Señor Jesucristo en su Sagrado Descendimiento y María Santísima de la Soledad Coronada en los altares que sus hijos le montan para salir a las calles.

Todo lo hubiéramos hecho de ser la circunstancias normales pero éstas ya hace varias semanas que dejaron de serlo, y ahora son otras las prioridades en nuestro día a día. Este año no escucharemos las moniciones de boca de Juan Manuel, no oiremos la palabra de Dios, ni asistiremos a la consagración del cuerpo y la sangre de Cristo, no escucharemos las palabras de nuestro capellán, no tendremos entrega de medallas, no escucharemos las notas de nuestro concierto, no realizaremos la bendición de San Juan, no…

Leído hasta aquí da la impresión de que todo se nos está viniendo abajo, de que se acaba antes de empezar aquello por lo que vivimos todo el año. Pero nada más lejos de la realidad y de llevarnos al desánimo.

Estas circunstancias nos servirán para vivir estos días de otra manera, diferente pero igualmente fervorosa; no en la calle pero sí con más profundidad en nuestro corazón. La realidad de estos días nos debe llevar a estar más unido que nunca, a sentirnos más, si cabe, miembros de una comunidad cristiana que ha superado obstáculos peores a lo largo de su milenaria historia. Ahora, cuando en nuestro aislamiento nos podemos encontrar solos, es cuando más acompañados debemos estar. Recurriendo a la oración a nuestro Señor y a su Madre (sin duda la mejor compañía), viviendo estos días de la mejor manera y de la forma más especial como si estuviéramos ante ese hermoso altar que un día recuperó don Manuel Palero, nuestro capellán perpetuo, y recibiéramos la bendición final de don Carlos.

Podemos vivir cada uno de los días del Quinario rezando a las 19,00 horas el Santo Rosario, leyendo las lecturas del día y cantando o escuchando la Salve Regina, que ahora poco importa si lo hacemos mal pues la lluvia ya no es nuestro rival.

El viernes de Dolores o de Pasión, Manu se encargará de subirnos algunas marchas para que el concierto siga en nuestros oídos, para que las notas de música nos ayuden a rezar de esa otra manera que solo cada uno de ustedes saben hacer.

Y llegamos a la Semana Santa, esa que no se puede suspender mientras uno solo de los hijos de Dios la lleve en su corazón; esa que nosotros somos capaces de vivir, sentir y sufrir de una manera muy especial, este año será de forma diferente, pero quizás por ello más sentida, más sufrida. ¿Qué no haremos nuestra labor evangélica en la calle? Cierto, pero sí podemos hacer que la vivamos muy unidos entre nosotros y lo que es más importante, cerca de nuestros Sagrados Titulares.

Los días se Semana Santa, en nuestra particular clausura, podemos dedicarlos a la oración, ver esas películas recurrentes en esta época que nos trasladan la vida de nuestro Señor, leer la parte de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor en los cuatro Evangelio. Y yo, humildemente, os recomiendo la lectura integra del Evangelio según San Lucas, donde la misericordia de Jesús es más evidente y por ello puede ser más reconfortante.

Y llegará el Viernes Santo, ese que todos llevamos apuntado en nuestro calendario y que una vez vividas las fiestas por el nacimiento de nuestro Señor se convierten en objetivo de nuestro trabajo. Ese Viernes Santo que iniciamos en nuestra parroquia de Santa María con el rezo del Vía Crucis y que culminamos en las calles de nuestra ciudad.

Pues hagamos lo mismo, recemos en nuestra casa el vía crucis y vivamos el día de la muerte de nuestro Señor como si estuviéramos allí; ayudemos a los Santos Varones para descender su cuerpo inerte, seamos consuelo para esa madre que nunca estará sola porque siempre estará arropada por sus hijos.

Hermanos, ese día, a las 19,15 horas, os lanzo un propósito: encendamos todos en nuestras casas una vela y mantengámosla encendida hasta las 24,00 horas, hasta la hora que empieza la vigilia. Encendamos esa vela por aquellos que se han ido al encuentro de nuestro Señor y nos faltan este año, a todos los que sufren y han fallecido por culpa de este virus, a los 4.305 cristianos asesinados en el año 2019 por llevar la cruz en sus vidas; seamos esa vela que lleva el nazareno iluminando el camino por el que ha de pasar la Verdad y la Gracia, esa vela que ilumina los altares de nuestro Señor y la Reina de Alcalá, maravillosamente llevados por nuestros costaleros, esa vela que es la luz de nuestras vidas.

Y así llegará el domingo, el gran día de la Resurrección de Jesús, y este año con la esperanza de que se vayan arreglándose las cosas pero con la misma alegría de siempre, la alegría de celebrar que ese Dios que se hizo hombre y estuvo con nosotros, venció a la muerte; se sacrificó por nosotros y venció. Igual que con su ayuda haremos nosotros también, vencer.

Hermanos, este año es diferente pero podemos hacerlo muy especial. Juntos y de esa otra manera que ustedes saben hacer; no estaremos físicamente juntos en la puerta de Santa María, pero nuestro pensamiento y corazón sí estarán allí y sí estaremos unidos en lo espiritual, y aprovecharemos esas redes sociales para acercarnos unos a otros viviendo en comunidad y todos a Dios.

Un fraternal saludo.

 J. Enrique Molina Ibernón